33- LA ALCANCÍA (PRIMERA PARTE)
LA ALCANCIA
1ra PARTE
Yo tenía una alcancía,
me la regaló la vida,
cuando a ella me asomaba,
allí guardaba, desde que era niño,
con tesón y esmero,
todos mis recuerdos y mis alegrías.
Yo tenía una alcancía,
donde atesoraba mis ideales y esperanzas,
con mucha fe hacia la humanidad.
…eran sueños que al futuro
pertenecían
y yo los hice míos.
Yo tenía una alcancía,
que con firmeza y esmero cuidaba y defendía,
más que a mi propia vida…
para que no la empañaran ni mancillaran,
ni monedas falsas le metieran.
Con mucha humildad, cuando era niño, a mis amigos les hablé,
y al mismo tiempo los invité,
que ahorraran en sus alcancías,
al igual que yo lo hacía…
que elevaran sus miradas y
miraran lejos…
…que la humanidad era el más
hermoso sueño posible;
y el mejor ahorro era, procurar
que ese sueño continúe…
…continúe cada vez más,
perfeccionándose en su genialidad,
cuidando la pureza y la nobleza
de esa obra maestra.
Mi alcancía preservaba, tiernos años de mi vida,
desde donde con mi imaginación,
un hermoso mundo concebía
y desde allí, el futuro, con delicadeza delineaba.
Impresionantes fantasías en mi mente se generaban,
como un visionario sin limites ni fronteras.
Todo con atractivos colores
pintaba,
y a mi mundo de encanto colmaba,
con la seducción fascinante y hechizada,
como lo haría un aprendiz de mago.
Mi alcancía era como una bola de cristal
con la cual jugaba, como un adivino juega,
pretendiendo predecir el porvenir…
profetizando el devenir de la humanidad…
En esa alcancía había ahorrado,
con sacrificios y penurias,
todo lo anhelaba y de la vida esperaba,
como si hubiera hecho un conjuro hacia la humanidad,
donde toda la maldad se desvanecería.
En esa alcancía anidaba,
como las aves anidan,
las esperanzas de las nuevas vidas,
que bajo sus alas cobijan,
donde primero está la cría
a costa de sus vidas.
Esa alcancía también contenía,
el sueño de la libélula,
que naciendo como una larva primitiva,
y arrastrándose por el fondo fangoso de los ríos,
emerge increíblemente para volar
por los cielos
sobre el verdor que se destaca
alrededor de su entorno,
danzando sublimes sinfonías de
ganas de vivir,
decorando ese cielo con sus
brillantes colores.
A medida que los años pasaban,
a mi alcancía con más fervor la protegía,
porque un temor incipiente en mi pecho latía,
que ensombrecía todo mi ser,
no sabía donde radicaba,
ni que lo originaba o producía.
Cuando era niño, con frecuencia,
de la casa sigilosamente me escapaba;
y con mi amiga de aquel entonces,
en el bosque me internaba,
descifrando su intricada vida,
en busca de nuevas monedas para mi alcancía,
monedas de reflexión, de armonía y de admiración a la naturaleza,
observaba su complejidad y aprendía…
…aprendía como algunas criaturas,
caían derrotadas y comidas por las otras,
cuando se equivocaban en medir,
la astucia y fortaleza de su adversario.
perpetuando así los enlaces de la vida,
observaba como la vida en el bosque,
es una lucha interminable.
Pensaba como sustraer a la humanidad de esa lucha…
Me comparaba con el destino fortuito de esas criaturas,
¡Y se estremecía todo mi ser…!
para finalmente coleccionar más monedas en mi alcancía,
monedas de admiración a la obra maestra de la naturaleza
¡LA HUMANIDAD!
Los acontecimientos de esos tiempos,
continuaban viviendo intensamente dentro de mí,
agrandándose durante todo mi existir.
Cada día que pasaba,
nuevas monedas “De ganas de
vivir ahorraba”
completándolas con las anteriores.
Mi alcancía cada vez más brillaba.
Color, forma y perfección a la humanidad otorgaba.
La llama, cada vez más ardía,
y a mi alrededor a todos alumbraba,
no importaba credo, raza ni prejuicio alguno.
Mi entusiasmo no se desmayaba
con vehemencia, a mis sueños,
ímpetu le imprimía…
pero al mismo tiempo a batallar por ellos me alistaba
y con todas mis fuerzas me preparaba.
Un día, una vez más, me interné en mi querido bosque,
con Elia a mi lado, mi amiga incondicional,
y con mi alcancía en sus manos;
caminábamos toda la noche, por la rivera de su río;
hasta desembocar en el mar
del gran Océano Pacífico.
Carecíamos de miedo, era como si fuera nuestra casa.
Amábamos, el bosque, la noche y la alcancía.
Sobre un gigantesco peñón que yacía,
en la arena blanca de la playa,
recibimos el tenue resplandor del
amanecer…
Allí sobre el peñón y frente a mi querida alcancía
Elia presenció mi primer juramento…
…juramento de convertir en realidad,
todo lo ahorrado en mi alcancía,
de luchar incansablemente, aunando esfuerzos,
porque el mundo será pintado…
…pintado con los colores de mi
alcancía.
Jesús
Riquelme Senra
La
Alcancía
1ra
Parte
1970
CONTINUA EN:
LA ALCANCÍA SEGUNDA PARTE