35-LA ALCANCÍA PARTE IV



LA ALCANCÍA
Parte IV

I

El inclemente tiempo, continuaba contando rigurosamente los años,
mientras yo continuaba pacientemente mi sendero, explorando, indagando y buscando.
¡En una eterna búsqueda incesante!
Mientras más buscaba, aún más crecía la  pasión  por continuar,
me solazaba al sentir dentro de esa búsqueda un nuevo renacer,
como si estuviera resurgiendo un nuevo despertar...
...un nuevo despertar avasallador, con una fuerza incontenible,
un explosivo brotar inesperado de aquel ser naciente,
cuando sobre aquel peñón...
hice un juramento,
de luchar incansablemente, porque el mundo esté pintado...
...pintado con los colores de mi alcancía,
cuando emprendí el nuevo caminar,
bajo el resplandor del sol naciente,
en aquel prodigioso amanecer,
acompañado por el cantor de las criaturas de mi querido bosque.

II

Pero ahora se le agregaba a esa búsqueda, un caudal inmenso
de nuevos conceptos, de nuevos preceptos, de nuevas vivencias;
enfocando a la humanidad con sus debilidades, más terrenal, más real, con más comprensión.
Admitía que todavía nos quedaba residuos del barro...
...del barro que nos dio la vida...
Que unos podíamos desprendérnoslo con más facilidad que otros, sólo dependía del cómo había “transcurrido la infancia”,
sólo dependía de cual había sido el escenario infantil,
y cual su posición existencial seleccionada,
grabada con la intensidad de aquel entonces,
y reforzada por los títeres que interactuaron en él.

III

Con frecuencia me refugiaba y me extasiaba, maravillándome,
en  repensar sobre el gran sueño que es “La Humanidad”,
en repensar el cómo ese animalito, llamado hombre,
que naciendo de la Nada,
luchó desesperadamente contra la adversidad,
depurándose paulatinamente,
superando todas las veces, la extinción que lo acechaba,
para llegar a ser  Algo,
¡y evitar que ese Algo  retorne a la Nada!
Asociándose todos juntos...
...todos juntos, para formar la Sublime Humanidad.



IV
Me refugiaba en admirar,
el cómo, de la materia inorgánica, inanimada,
armada  ingeniosamente, surge la vida,
capaz de cuidarse a sí  mismo,
y esa vida, aglomerada de célula en célula.
... ¡todas juntas!
Constituyen nuestro tan querido Yo,
un ente viviente abstracto,
que  no reside en ningún lugar,
pero que es “Nuestro tan querido yo”.

V

Me refugiaba en pensar,
el cómo ese animalito  llamado Hombre,
se le fugó a la naturaleza que lo formó,
para comenzar él a crear Naturaleza,
modificándola  a su antojo.
Definió su búsqueda creando Dioses,
dotándolos de cualidades inalcanzables,
que usó como guías para orientar su ascenso,
pero a medida que lo rebasaba,
los destruía sin piedad, convirtiéndolos en leyendas...
...en leyendas e historia  de dioses muertos,
dioses fósiles que el tiempo consagró,
como reliquias de su contienda desesperada,
para no regresar a la Nada.

VI

Me consolaba en comprender a la realidad exterior,
pero me sacudía y me estremecía,
al apreciar que esa humanidad pareciera  estar dividida,
dividida desapercibidamente, en dos grandes grupos,
producto de su peregrinar vital:
Los que entienden lo grandioso que significa vivir y pensar,
y los que se aturden viviendo vendados para no Ver ni Pensar,
carentes de sentido de comunidad y responsabilidad.

VII

Comprendí que no podía regresar a ellos,
aunque fueran mis queridos amigos de antaño.
No había discriminación, ni odio, ni rencores...
¡existía dolor, comprensión, mezclados con misericordia!.
Los ayudaría ahora desde lejos, inadvertidamente.
Acepté que ellos irían por una dirección y yo por otra.
¡aunque esto me afectara!
Comprendí que no podía comunicarles mis éxitos y logros
tampoco hablarles de mis ideales y sueños.
¡Debía conseguir amigos en otro nivel!

VIII

Así, con mi alcancía refortalecida, más sólida que antes,
emprendí,  otra vez más, la reconstrucción
de un pequeño nido para refugiarme,
sobre las cenizas donde “mis amigos” incendiaron mi casa.
no importó dormir en el suelo,
mientras el ideal estuviera vivo,
mientras la llama se mantuviera ardiendo,
¡así proseguí otra vez, aferrado siempre a mi alcancía!

IX

Un tanto estable, sosegado y resguardado en mi pequeño nido,
seguía adelante con los sueños e ideales,
... que me quedaban de la infancia...
¡Adelante, para hacerlos realidad!
¡diseñaba con fascinación días por venir!,
teniendo presente siempre que
nuestro cuerpo es un milagro
de la evolución de la naturaleza,
perfectamente acoplado,
¡un hallazgo sin precedente!
¡indetenible!

X

Cada vez más me persuadía,
de ¡que la vida es una llama encendida¡...
Saber vivir es mantener esa llama ardiendo
¡evitando que se apague!.
Saber vivir es conservar el entusiasmo por vivir
durante toda la vida..., durante toda la vida...
¡Es saber mirar siempre al futuro!,
como la mejor manera de rendirle homenaje a la Humanidad,
es amar a la vida, apegándose a ella,
es percibir el fluir del tiempo,
viviendo con intensidad cada detalle que nos ofrece.
¡Imprimiéndolo en nuestra mente!.
¡seleccionando las nobles vivencias!
¡como ayeres! 
¡formando nuestro tan querido Yo.
Recordando siempre
¡que la Humanidad es el mejor sueño que podamos imaginar!
Consagrándonos a soñarlo con intensidad Toda la Vida!,
para viajar más allá de nuestra fantasía creciente



 

XI

Para avanzar más y más......   más y más...
¡Y nunca parar!
Para eternamente buscar y buscar...   buscar y buscar...
¡Y nunca parar!
Para ahorrar nobles monedas, todos los días.... todos los días,
¡Y nunca parar!
Para mantenernos acompañados con la alcancía siempre y siempre
¡Y nunca abandonarla!
Beneficiando a los que la necesiten, la comprendan y la sepan usar,
replicándola para otros, cuando la vida, así nos lo solicite,
y los nobles ideales así nos lo indiquen,
pues fue la vida quien nos la regaló,
cuando a ella incipiente mente nos asomábamos...
¡para que la supiéramos usar!.



                                                                                         JESUS RIQUELME SENRA

                                                                   LA ALCANCÍA

                                                                                                    IV parte

                                                                                                      1978.

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